A botar mis lágrimas al mar

 ¿Qué sabor reconocen tus labios cuando llegan bajando las lágrimas por tu triste rostro?

¿A qué te recuerdan los ojos salados que no te dejan ver la soledad de tu propia habitación? 


¿A qué te sabe el llanto de cada noche en la que te ensordece el silencio de sueños jamás soñados? 


Por mi parte,

son el mar de mi infancia,

el de una buena crianza,

una suficiente,

de eternos veranos que terminan muy pronto,

profundos cielos azules que eternamente oscurecen muy rápido;

son

para mí

las olas revolcando mi cuerpo,

arena y sal mezclándose con mi cabello,

una y otra vez,

llenando mis pulmones de sus aguas,

enseñándome a vivir nadando,

para después arrojarme en su arena

que soportó mis torpes primeros pasos

por siempre marcados,

las huellas de una vida en Lima;

y quiero creer

que aún cargo todo en mí,

lo llevo conmigo

al mar, a su brisa y a su calor;

decido creer

que al respirar está su aroma

costeño de esta entera ciudad

y que cada noche de lágrimas

escapan de mis ojos esas aguas de mar

para recordarme

a donde deberé regresar

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